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ANNA KARENINA


ACCIÓN POR DEFECTO>
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Lectura de Anna Karenina durante el tiempo de hospitalizacón por COVID en el Hospital Clínico de Madrid 

Leer para sobrevivir
 

CUARENTENA EN CUARENTENA

El 30 de marzo de 2020 ingresé definitivamente en el Hospital Clínico de Madrid con una neumonía bilateral grave a causa del COVID. Digo definitivamente ya que me llevó unos días conseguirlo. Por aquel entonces no bastaba con estar contagiado –lo supe en una visita anterior al hospital que duró casi un día entero–, era necesario además tener una neumonía grave con una importante y contrastada deficiencia de oxígeno. 

Fui uno de los integrantes de la llamada primera ola.
En aquel momento no existían protocolos de medicación y se decidían al azar. De tal manera, los enfermos formábamos parte un grupo de ensayo experimental en tiempo real. Elegíamos nuestra medicación del 1 al 5. Creo que saqué el 4: hidroxicloroquina. No surtió efecto. En el límite, se activaron otros protocolos de emergencia. Llevó su tiempo empezar a remontar.

Mi estancia en el hospital duró hasta el 17 de abril. Me dieron el alta sin saber si seguía infectado –la norma–. Permanecí dos semanas más en casa en cuarentena inyectándome heparina. Obtuve el alta médica de neumología en diciembre, ocho meses más tarde.

KARENINA
Había intentado leer en el pasado varias veces el libro sin llegar a concluirlo. En uno de esos intentos conseguí avanzar hasta aproximadamente la mitad. En el momento que tomé conciencia que el relato me estaba quitando el sueño, cerré el libro. Detesto los libros que impiden dormir.


KARENINA EN CUARENTENA
Superado el punto álgido de la crisis, apróximademente al décimo día del ingreso, sin posibilidad de visitas y aislado en un cuarto, me sumergí en un libro que me trasportó a un nivel de conciencia nuevo, en el que la enfermedad se situaba en un margen, como una planta en una maceta, aunque igual que yo dependiente del oxígeno y del azar .

Leí como un náufrago atravesando un océano. Sin opciónes.
Una mezcla de voluntad en el empuje acompañada por el viento y el oleaje del propio libro.
Desconozco como conseguí llegar al final, ni de dónde saqué las fuerzas.
Fui rápido, determinante. Como si todo dependiera de un esfuerzo descomunal en un breve lapso de tiempo.



Me acuerdo más de la acción de leer que del texto en si.

Ella se tira al tren.
Yo seguí flotando.